sábado, 21 de enero de 2012

El Steve bueno

Hace poco hablamos de la nostalgia del cine y de un Tin Tin que no nos llegó a emocionar.  Curioso, pues ahora nos encontramos con un film que es una remembranza de películas de otras épocas y un director, Steven Spielberg, que esta vez nos hace reconocer sus aciertos. War Horse (2011) es una bonita (usamos esa palabra, pues es la más justa) película.
Si algo tiene Spielberg es su magistral capacidad narrativa: nos puede adentrar en una historia solo con unas pocas secuencias o llevarnos de una emoción a otra sin que nos demos cuenta. Si algo le va bien es la fantasía, las secuencias tiernas, los momentos de tensión y, por supuesto, la acción. Y todo eso se da en War Horse, cuyos primeros minutos –sin diálogos y de una plácida serenidad– nos advierten el tono del largometraje familiar y nos predisponen a seguir la historia sin mayor reparo. Lo que sigue es una serie de escenas que nos permiten conocer la vida de Albert (Jeremy Irvine), su familia y, por supuesto, el valiente corcel que da razón a la película. Los personajes y los hechos apelan a todos los arquetipos que hemos recogido a lo largo de los años en incontables películas: el pueblo rural y los simpáticos vecinos, el avaro terrateniente, el drama familiar y la lucha del hombre con la tierra y la naturaleza. Pero todo con un estilo ligero y optimista que nos permite dejarnos llevar seguros de que nada realmente malo sucederá. Y cuando parece que la estancia en la campiña se hace excesiva, llega la guerra y el peregrinaje de nuestro héroe (el corcel) que nos hará testigos de pequeñas historias a lo largo de las batallas.
No soy amante de contar la trama de una película, solo diré que es un film muy bien llevado (sobre todo en el último tercio en que toma mayor ritmo), con escenas bellamente filmadas y que nos devuelve, en parte, al mejor Spielberg, ese que nos permite salir del cine con una sonrisa y una sana alegría en el corazón. Tal vez su cuidado por no herir susceptibilidades y la ligereza en que se suceden los hechos (el guion está basado en una novela para niños de Michael Morpurgo) le resta fuerza dramática a los personajes que pasan ante nosotros, uno tras otro, algo lejanos, al igual que sus historias. El conjunto, digámoslo así, es relativamente más sólido que sus partes. Parece que no importa tanto el fondo como el efecto que se busca generar en el espectador (el final es de un clásico estilo de los cincuenta norteamericano, al igual que algunos movimientos de cámara, por supuesto que más estilizados).  Tal vez la clave está en que es una película navideña (fue estrenada el 25 de diciembre en Estados Unidos), lo que no afecta por cierto los méritos descritos.
Seguramente War Horse será nominado a varios premios. Nosotros nos quedamos con una película que está un poco por encima del promedio, pero aun así lo agradecemos: entre tanta acción y personajes digitales, nos regala una bella historia, de impecable ambientación, pulcramente dirigida, llena de felices emociones –ligeramente contenidas eso sí– y de un optimismo extraño para estas épocas. Un homenaje sin duda a las películas de antes, pero ajustado al rimo de los tiempos modernos, aunque a más de un espectador apresurado podría aburrir (¿gustará a los jóvenes de hoy?), porque aparte de buen director, sin duda el buen Steven tiene un agudo ojo comercial. Hollywood seguro lo aplaudirá.


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