miércoles, 11 de enero de 2012

Bryce y los buenos amigos

Decía Alfredo Bryce Echenique que en el amor no se elige al ser amado y que es posible querer a alguien que no nos corresponda por igual. Que, por ello, todo lo que uno hace en el amor, tiene como meta alcanzar el objeto de nuestro deseo. En satisfacer, al fin y al cabo, nuestro placer individual. Es más, podemos amar a alguien totalmente contrario a nosotros, a alguien que nos deteste e incluso, a quien, en otras circunstancias, representaría todo lo que odiamos.

Por el contrario, uno no puede ser amigo de alguien que no es recíproco en dicho sentimiento o alguien que nos parece detestable. La amistad nace por afinidades o diferencias que, paradójicamente, significan un complemento a nuestra naturaleza. En esencia, en la amistad pervive una sutil coincidencia de ánimo y espíritu. Y esa es la razón por la que la amistad no busca retribución, condición ni obligación alguna (como sí puede suceder con el amor). Se es amigo de alguien porque así se quiere. Pues al fin y al cabo, uno elige a los amigos.

Terminaba Bryce concluyendo que por su naturaleza, la amistad era superior al amor, pues estaba libre de cualquier interés ajeno a sí misma.

Hace unas noches, realicé un viaje fantástico para reencontrarme con un grupo de viejos amigos. Allí estaban The Ramones, The Clash, The Cure e Iggy Pop. Recordé al Virus de Federico Moura, rememoré la escena de la oreja de Reservoir Dogs (1992) y me contaron una terrible y conmovedora historia de Anthony Kiedis (Red Hot Chili Peppers). Al final de aquella grata velada, regresé a casa con la intención de leer a Clinton Heylin y con American Hardcore, un documental sobre el origen y la decadencia del punk norteamericano, entre las manos. Pero sobre todo, olvidé qué era y recordé, más bien, quién había sido.

El colegio solo fue un accidente que nos permitió conocernos”, dijo uno de mis amigos con total convicción y, luego de tantos años, no puede ser más cierto. Tanto como lo que decía Alfredo Bryce Echenique acerca de la amistad: como el buen vino, el paso de los años no hace sino enriquecerla y, por ello, es más valiosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario