viernes, 30 de diciembre de 2011

El irreverente James Gunn


Perversa, esa es la palabra que tomo prestada para resumir la sensación que deja Super (2010). Pero bien pueden funcionar otras: sórdida, enfermiza, extravagante, corrosiva, desquiciada, grotesca y varias más. En este mundo agobiado de escepticismo, los superhéroes modernos son apenas fantoches y reflejos de nuestras propias miserias, aunque revestidos en antifaces y uniformes de tela: sangran, son torpes, tienen miedo y se dan cuenta de que cometieron un gran error al querer salvar el mundo.
 
Pero Super va más allá. Da la sensación, al final, de que el guión es producto de un arrebato, efectista y con una estridencia que se alimenta más del golpe burdo que de la sutileza.

Tal vez la escena que hace referencia al hentai sea la pista. Porque el ánimo de los largometrajes asiáticos en ocasiones se recrea en lo sórdido. Aun así, nos queda la duda de si hay algo de mayor mérito o es una obra menor, con bastante desenfado y sin mayores aspiraciones (y por eso, da la sensación de que ofrece más de lo que en realidad es).

Super parece más actitud que historia. Y por alguna razón, algunas escenas y la exageración de los personajes con un reparto de nombres conocidos nos hacen pensar en la irreverencia de Saturday Night Live. Habrá que esperar la siguiente propuesta de James Gunn (director y guionista de Super), para saber si hay algo más detrás o simplemente es un émulo del humor que nació con los Simpson  y continuó a otro nivel con los creadores de South Park y la insoportable aunque celebrada por muchos Family Guy.

¿Recomendable? Diría que sí, hay sangre, es grotesca y sórdida. Sensibles y cucufatos, abstenerse. El tráiler es engañoso, pero como buen tráiler moderno, es un buen resumen de la trama central. No de la actitud de la cinta ni de la sensación final que te dejará.



El Gran Duque y los cyborgs

La primera vez que vi Terminator 2: Judgment Day (1991) quedé tan embelesado que rebobiné la cinta y la volví a ver de inmediato. Lo que no tenía de original ni de crudo de la primera parte –The Terminator (1984)–, lo compensaba de gran forma con los efectos especiales y la acción trepidante de inicio a fin. Por eso, la tercera entrega, Terminator 3: Rise of the Machines (2003), que no tiene nada de original ni de espectacular, se pierde en la nebulosa de lo intrascendente. En Terminator 2, cada escena parecía mejor que la anterior, pero quedó en mi memoria aquella en la que Arnold Schwarzenegger maneja una Harley-Davidson y a la vez recarga un Winchester con una sola mano.

Todo bien, hasta que vi True Grit (1969) de Henry Hathaway, película basada en la novela de Charles Portis. Allí, un envejecido y subido de peso John Wayne se enfrentaba solo contra cuatro forajidos en una llanura hermosa como la escena misma. El diálogo previo es simplemente rudo y por ello épico, y el lance del viejo y arisco vaquero con las riendas en sus dientes, el winchester en la diestra y el revólver en la siniestra es simplemente para disfrutarlo con toda la emoción de las películas de antes. Al grano: el viejo John Wayne recarga el Winchester con una sola mano mientras cabalga directo a sus enemigos en plena tiroteo. Es cierto, buena parte es la fantasía del cine, pero la escena es, simplemente, genial. Adiós, Schwarzenegger; bienvenido The Duke.

Los hermanos Coen hicieron una nueva versión de True Grit (2010) con un Jeff Bridges correcto pero que carece de la fuerte presencia de Wayne, con un Matt Damon algo perdido y turulato como el personaje que interpreta, y unos malvados flojos y casi gaseosos. Es Hailee Steinfeld (en cierta forma en una muy clásica interpretación de Mattie Ross) quien sale ganando en la historia y nosotros, por los perfectos escenarios y la ambientación de algunas escenas. Merece ser vista, aunque parezca más un nostálgico homenaje a las películas de vaqueros: hay escenas de supuesta crudeza, otras más bien casi poéticas y algunas de alegre celebración al género. Pero el encuentro en la llanura, aunque tal vez más estilizado y pulcro, no me emociona como en la película de 1969. Y si bien el final de los Coen se ajusta más a la novela, preferiré siempre al viejo Duque cabalgando a lo lejos.

Volviendo al inicio, es curioso cómo en  los noventa los héroes eran cyborgs y poderosos androides con fuerza sobrehumana e indestructibles. En la época de John Wayne, los héroes eran de carne y hueso, y solo requerían de su coraje y su temple para hacer huir a los malvados. En la actualidad, abundan los vampiros y hombres lobo de pasarela. Cada generación tiene los héroes que se merece.

martes, 27 de diciembre de 2011

Lo que no sabía

A veces me veo atrapado en antiguas melodías, en sueños que no fueron, en voces de otros días. Por alguna razón me descubro en la tristeza de mirar el pasado, en extrañar lo que en su momento, aún viviéndolo, parecía ya perdido. Tal vez para recordar aquella época que no supe vivir. O tal vez, simplemente, por ella.  

Aún sueño con un rostro adolescente en un día de verano. En una noche en que extasiado, trataba de espiar la madurez que ya reflejaba su mirada. 
Me hubiese gustado que alguien me dijera que el amor es la gran oportunidad para ser feliz, que el dolor de la partida deja en algun instante de serlo y que, si lo deseas, nada está perdido.

No hubo voz sabia que me animara a no desfallecer, pues si era ella el gran amor de mi vida, de una u otra forma, la volvería a encontrar.


Lo cierto es que cada rostro, cada sonrisa, cada gesto que descubrí después, pertenecían a ella. Y en cada ocasión, en cada diferente hallazgo, la volví a perder.
El amor es un sueño, el más hermoso de todos. Somos un instante, un trágico accidente, pero la ilusión del amor es un bello regalo. Dondequiera que esté.

Ahora, tarde ya, lo sé. 


sábado, 24 de diciembre de 2011

Es tiempo de navidad

Existe una cantidad realmente impresionante de canciones que tratan de la Navidad. Composiciones.de todo tipo: alegres, tristes, conmovedoras, festivas y algunas hasta ridículas (que alguien le prohíba a Yankovic hacer otra canción de navidad por favor).
Entre esa amplia lista existe una canción en particular que fue lanzada en 1984 y que hasta el momento ha tenido tres versiones. Es bastante exitosa. Lo curioso es que si bien se relaciona con la Navidad, su intención es la de llamar la atención por los problemas que atraviesan o atravesaron algunas naciones africanas.
La canción lleva por titulo Do They Know It's Christmas? si no recuerdas el nombre estoy seguro que sí recordarás la melodía

miércoles, 21 de diciembre de 2011

El regreso del Hobbit

Si algo hay que agradecerle a Peter Jackson es la trilogía de El Señor de los Anillos. La Comunidad del Anillo (2001), Las dos Torres (2002) y El regreso del Rey (2003) han sobrevivido, para bien o para mal, sobre una serie de largometrajes épicos y fantásticos que salieron después en busca de repetir una fórmula (las películas de fantasía) que, no nos engañemos, es cíclica, como todo lo que existe bajo el sol y en la mente de las grandes productoras. Sin embargo, el mérito de Jackson fue respetar –o  al menos trató de hacerlo–, el espíritu de la obra de Tolkien.
Aunque bastante modesta en su propuesta narrativa, La Comunidad del Anillo es la mejor en ese aspecto, si bien no deja de mostrar las limitaciones creativas y las simplezas del esforzado director. No confundir las ideas para la ambientación, la fotografía y la caracterización de los personajes: eso es todo de Tolkien y obra de los ilustradores Alan Lee, John Howe y Ted Nasmith. Llenas de acción y efectismo, las dos secuelas fueron perdiendo la frescura y el final es un largo y agotador desenlace pletórico en recursos visuales pero sin alma ni energía.
Créanme, lo mejor de la trilogía se da cuando respeta la esencia de Tolkien; lo peor cuando más se aparta de la historia original. Por cierto, ni con todos los efectos visuales a su disposición, Jackson se atrevió a replicar las grandes batallas en Gondor y Mordor (en la novela, son simplemente más dramáticas y espectaculares). Pero hay que ser agradecidos. Sería un error creer que el tema pasa por añadir más efectos especiales. El resultado pudo haber sido catastrófico en manos digamos de un George Lucas.
Ahora llega El Hobbit (diciembre del 2012) y, para quienes recuerdan el libro, seguro habrán de preguntarse cuánto han añadido a la historia original, pues el Hobbit nació como un cuento para niños. Tolkien lo empezó a escribir para sus hijos y sin poder evitarlo alargó la historia. Pero en el fondo es un relato sencillo, con momentos bastante ingenuos, algunas correrías y unas pocas escenas épicas -muy pocas- al estilo de El Señor de los Anillos. La acción en El Hobbit es más bien simple pero guarda, eso sí, el mensaje inspirador de las obras de Tolkien.

El tráiler no es la gran cosa y da la sensación de ser más de lo mismo. Pero es cuestión de gustos. Al igual que con el Señor de los Anillos, es seguro que las mejores partes de esta película (The Hobbit: An Unexpected Journey) y su culminación en el 2013 (The Hobbit: There and Back Again) serán aquellas que respeten los pasajes y el espíritu de la novela. No nos imaginamos, por cierto, alguien capaz de llevar con éxito el Silmarillion al cine (tal vez solo los japoneses en sus geniales animes). Digamos que, en este caso, el escritor supera al cineasta.

martes, 20 de diciembre de 2011

El buen Danny

Hay algo en Danny Boyle que conmueve. Trainspotting (1996) siempre es y será su mejor, alocada y díscola creación. Es posible que Slumdog Millionaire (2008) sea la más celebrada y famosa, pero me inclino por las obras más viscerales, de esas que pueden arrastrar los errores de su artífice: aquellas no tan pulidas, aunque sí más desgarradoras y auténticas.
Es como tu primer poema, será incompleto, mutilado y poco artístico, pero sin duda también el más sincero.
Lo interesante de Boyle es que salta de un género a otro, pero en todos sus largometrajes hay algo de humano, de perdido, de ausente. Lo zafio y lo sangriento le van tan bien como lo maravilloso y lo tierno. La muerte y la vida, el desenfreno y la serenidad, la locura y la esperanza. El amor. Tal vez solo se trate de las múltiples formas del amor.
Sunshine (2007), Millions (2004), 28 Days Later (2002), A Life Less Ordinary (1996) y Shallow Grave (1994): disímil lista sin duda, como para que puedas hallar la que más te agrade.

lunes, 12 de diciembre de 2011

El amor imposible

Hay películas que solo he visto por una razón: por ellas. Cintas intrascendentes, anodinas y hasta empalagosas. Pero cada vez que por casualidad las proyectan en algún viejo canal de cable, observo resignado el objeto de mi deseo y me pregunto por qué diablos jamás pude estar con una chica como aquellas.
El amor inocente o la picardía ingenua. Igual, en un bando u otro, fueron inalcanzables y prefiguraron la imagen del amor imposible de mi niñez y de mi adolescencia.
Cuando, en alguna noche insomne, las vuelvo a encontrar, me pregunto por qué no me atreví a robarle un beso a aquella chica que jamás volveré a ver.
¿Las películas? Si no las viste en los ochenta o noventa y eres de los que va a la velocidad del mundo… descártalas. No te gustarán. Pero bien puedes empezar tu propia lista.
Kimberly Williams-Paisley. Coldblooded (1995). La chica perfecta de la cual enamorarse.
Katherine Heigl. Wish Upon a Star (1996). Imposible no desearla.
Alicia Silverstone. Clueless (1995). En su mejor y naif versión.
Gabrielle Anwar. For Love or Money (1993). Nunca tan bella como entonces.
Jennifer Connelly. Seven Minutes in Heaven (1985). Solo porque Labyrinth (1986) era una elección muy obvia.
Lucy Deakins. The Boy Who Could Fly (1986). Un bello recuerdo.
Basta por esta noche.


domingo, 11 de diciembre de 2011

1991

Si mencionamos el año 1991 quizá no nos suene a nada extraordinario, pero sin duda fue un año muy particular si de música hablamos, la razón es muy simple: se lanzaron albumes que fueron verdaderas joyas.


Basta mencionar el lanzamiento del album Nevermind de Nirvana, la mítificada banda del desaparecido Kurt Cobain. El lanzamiento, considerado por muchos como un antes y un después en la industria de la música, bastaría para darle importancia a dicho año, pero ahora veremos que hay otros lanzamientos que son dignos de mención y de consideración en ese año.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Tan finos y olvidados

En 1988 se hicieron famosos por una sola canción. Cuando aún sobrevivían los casetes y los discos de vinilo, sin cable y apenas unos cuantos canales de televisión. Y sin tener noción alguna del mundo que me rodeaba, pasaron los años y la tecnología vino para recordarme todo lo que no viví y no pude conocer.
Fine Young Cannibals, The Raw & The Cooked (1988). Es tan fácil saber ahora de ellos por Internet. Pero ya no existen, y siempre me diré que hubiese sido mejor gozar el momento cuando aún eran parte del mismo mundo que yo vivía.
She Drives Me Crazy aún será escuchada por algunos (seamos sinceros, dudo que las nuevas generaciones tengan tiempo para mirar atrás).
Pero aquí rescato algunas otras melodías: Suspicious Minds (1985), Don't look back (1988),
I'm not the man I used to be (1988), Tell me what (1988).

Lo que ya no es, jamás volverá a ser.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Sueños en la oscuridad

La mejor versión de Dark City (1998) la contemplé en un canal de cable (no tuve la fortuna de verla en el cine, y cuando digo cine  me refiero a los de antes). Fue la mejor versión porque vi solo el último tercio del film. La sensación fue casi onírica, apenas entendía algo y la oscuridad de la habitación parecía fundirse con las calles y los edificios vacíos y grises de la historia. Por alguna razón no me gustó Rufus Sewell, a pesar de su intensa actuación; pero me conmueve William Hurt, a la vez que Kiefer Sutherland contagia su ansiedad enfermiza y Jennifer Connelly es simplemente la dama de nuestros sueños.
Alex Proyas hizo su mejor obra y el resto son solo fantasmales presencias como los Ocultos de su historia (a excepción de la encomiable The Crow de 1994). Dark City es densa y perfecta en su relato, en su claustrofóbica ambientación, en el genial e imaginativo guión y por aquella escena final, grandiosa y estremecedora, como cada vez que nos asomamos al vértigo inconmensurable del universo.
Fui afortunado, pues no tuve que soportar la versión de los productores, con la voz en off al inicio de Sutherland que todo lo explica y todo lo echa a perder, con la escena del final corrompida y puesta al inicio.
Alex Proyas por fin ha hecho la versión del director (están de moda porque significa dinero para ese gran monstruo llamado consumo en todas sus formas).
Dark City merecía ser vista en esos cines antiguos, de grandes salas y viejas butacas rojas. De techos amplísimos y lejanos, y muros con relieves de figuras griegas. Aquellos en que un invisible operario daba vida al proyector y extrañas y anónimas formas contemplaban al unísono la imagen maravillosa tras subir el telón. Y luego todas, al igual que la última imagen proyectada, se fundían en un agónico silencio.


miércoles, 7 de diciembre de 2011

The Great Pretender



El pasado 24 de noviembre se cumplieron 20 años de la muerte de un verdadero icono del rock mundial, el gran Feddie Mercury.


Su muerte, a causa de los efectos degenerativos del virus VIH, tomó por sorpresa a la comunidad mundial pues tan sólo un día antes, el 23 de noviembre de 1991, el mismo Freddie había hecho pública su enfermedad.


Junto a Brian May, Roger Taylor y Jhon Deacon formaron una de las bandas más célebres en el mundo, Queen que desde su aparición en 1973 se mostró como una de las bandas más importantes de todos los tiempos.


Freddie Mercury, o Farrokh Bulsara (su verdadero nombre), es sin lugar a dudas uno de los mejores intérpretes que hayan existido (hay quienes opinan que fue simplemente el mejor) y uno de los frontmans más completos (le pelea el ser el mejor a Mick Jagger), capaz de hacer que miles de personas lo sigan en divertidos juegos vocales durante sus presentaciones.


Sirvan estas líneas a modo de pequeño homenaje, a uno de los grandes.

martes, 6 de diciembre de 2011

La balada del vampiro

Dicen que la juventud es un divino tesoro. Yo digo que la juventud es estúpida. Arrogante, cretina, ingenua y torpe. Fácil de engañar y de seducir. Tarda demasiados años en liberarse de sus inseguridades y de limpiarse de su ciega arrogancia, en arrancarse lo fatuo y en valorar lo bello en lo sincero y simple. No es generosa ni agradecida, abusa de sí misma, de todas sus capacidades físicas y sensoriales, y desperdicia su creatividad a flor de piel en una complaciente autocompasión.
El Vampiro de Edvard Munch.
No conoce la moderación en lo adecuado ni en lo vil, y solo entiende de la estridencia y de la furia, del lamento y de la autodestrucción. Dominada por sus instintos primarios, yace en una delirante y afiebrada orfandad de ideas y cautiva en los empalagosos halagos de quienes, ya adultos, lamen sedientos la cercanía de las nuevas almas.
Porque la adultez es igual de estúpida, pero también siniestra. Entre el rezago de los años que se fueron y la cercanía de los pocos que aún le quedan, se complace en susurrar a los jóvenes oídos: “El futuro es vuestro. Todo lo que veis aquí os pertenece. Solo dennos vuestros sueños, vuestros anhelos e ideas, vuestra espontánea  alegría, vuestra energía interminable y la tersura de vuestra piel. Todo lo demás os pertenece”.

Y la historia se repite, sutilmente distinta y por ello aun más terrible.



No puedes velar por siempre

Hace muchos años, con diez humildes monedas, pude comprar siete libros viejos. Fue aquel día mi mayor orgullo. Pero habían muchos más. Libros corroídos, lanzados una y otra vez a la pira. Libros con alma sobre el frío concreto, atacados por pisadas y el hollín de fábricas y motores.

Recuerdo la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino en latín, un Manual de Caballería de finales del siglo XIX, el Mundo es Ancho y Ajeno en inglés, Las Flores del Mal de Baudelaire con anónimos apuntes a lápiz, una edición popular de El Escarabajo de Oro de Poe, en cuya página de respeto, fechada en los años cincuenta, un director y sus alumnos se despedían agradecidos de la maestra que retornaba a la gran ciudad.

"Mañana regreso", me decía. Acaso a la espera de un hallazgo mejor y perfecto. Pero los libros se transfiguraban y nunca volvía a hallar aquel puesto que creía fijado en mi mente. Los libros no esperan. Como las pequeñas alegrías, los planes de aventura, las gratas sorpresas, la promesa de un beso, como el ser amado. Se muestran ante ti, se abren, a veces heridos, a veces imperfectos, a veces dañados, aunque prontos a entregarse. Tal vez si regresas mañana, ya no los encuentres.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Jeune femme lisant

Ella leía Ceremonias (1968) de Cortázar. Vestía un traje ligero, como su andar, grácil y libre de las vanidades del mundo. Ajena a todo, al ir y venir de la gente, a las llamadas por el altavoz, a la inquietud del resto.


"¿Y si lees Historia de Cronopios y de Famas (1962)?", imagino decirle. Y ella, con el rostro aún limpio del paso del tiempo y sus ojos calmos me pregunta: "¿Es de Cortázar?". "Por supuesto", le digo, mientras contemplo su serena confianza. Una sonrisa alegre e inquieta adorna su rostro. Me siento a su lado. Ella me mira y cierra el libro.


Ella lee ajena a todo, al ir y venir de la gente, a las llamadas por el altavoz, a la inquietud del resto. Paso sin verla, apremiado por el tiempo. Si tienes suerte, ya sabes qué decirle. Envuelta en su traje ligero, grácil y libre de las vanidades del mundo, te mirará con sus ojos calmos para sonreírte alegre e inquieta.

Hoy leerá a Cortázar.

sábado, 3 de diciembre de 2011

El silencio y el grito


3:12 am. Por alguna razón pienso en El país del silencio y la oscuridad (1971) de Werner Herzog. ¿Qué haces en medio de la madrugada cuando la mente ya no genera ideas pero aun así eres consciente de ti mismo? Pienso al menos que eso es un lujo. Un instante para existir. Lejos del ruido de la calle, de la agobiante o feliz rutina (según cada quién). Otra noche, otra madrugada, otro día. No es bueno a veces pensar mucho; pero no hacerlo tampoco es lo mejor.

Al menos es grata la falsa sensación de que el tiempo se detiene, de que tus miedos y temores no se volverán una realidad, o que la felicidad puede esperar un instante.

Si has llegado hasta aquí y aun deseas seguir leyendo es que probablemente, donde estés, también sean las 3:12 a.m. Y el silencio, que nunca lo es del todo, te rodea.

De todo lo dicho, lo único relevante: El país del silencio y la oscuridad (1971) de Werner Herzog. Si averiguas de qué se trata, habrá una odisea que podrás contar, desde el momento en que leíste el título en un blog extraño hasta que, con tus propios ojos, lograste entender y contemplar lo que Herzog hizo en esa pequeña obra. Pienso ahora en El Grito de Much (1863-1944). Hora de partir.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Intro



La intención de este rincón es compartir las reflexiones de un grupo de noctámbulos que no supieron mucho de la vida pero que tuvieron que vivirla.
¿Y qué haces con todo lo recogido y aprendido luego de tantos años?
Pues lo reúnes en miles de correos hasta que las recoges en un blog, a la espera de otras almas nocturnas en busca de lo mismo: la mujer y el amor perfectos, la melodía eterna y la felicidad en los pequeños detalles que nadie observa. O una buena borrachera, lo que venga primero.
Bienvenidos a nuestro club