Todo indica
que Oz: el poderoso (Oz the Great and Powerful, 2013) será un éxito de
taquilla. Es más, Disney ya anuncia la segunda parte. ¿Qué podemos decir? Que
es una cinta que se disfruta más en 3D, que entretiene, pero también que
carece del encanto y la inocencia de El mago de Oz (The Wizard of Oz, 1939), lo
que tal vez sea una comparación injusta.
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Oz nos invita a una historia más bien simple y menor, apoyada en los efectos. |
Esta es una
versión para estos tiempos modernos, efectista, con diálogos de fórmula, con
algo de humor, pero sin la magia y la fantasía que se podía hallar en películas
como La historia interminable (The NeverEnding Story, 1984), el Cristal
encantado (The Dark Crystal, 1982) o siquiera Laberinto (Labyrinth, 1986) y Las
aventuras del Barón Munchausen (The Adventures of Baron Munchausen, 1988).
James Franco es Oz, un mago de un
pequeño circo que sueña con la gloria y la fortuna. Oz se ve atrapado
en un tornado que lo llevará a un mundo mágico en el que tendrá por misión
salvar a Ciudad Esmeralda de una malvada bruja. Hasta allí la idea central. Lo
que sigue es la conocida fórmula del personaje que desconoce el potencial
que tiene y que embarcado en “una gran aventura” descubrirá todo lo que puede
hacer. ¿Les parece conocido?
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Glinda (Michelle Williams), la bruja buena, en una escena con algo de fantasía. |
Tal vez por eso Sam Raimi
(Spider-Man 2002, 2004, 2007), el director, ya curtido en manejar
superproducciones y efectos especiales, recibió el encargo de esta cinta. Raimi
es conocido también por su culto al género del terror, el humor negro y las
películas serie B; su más reciente cinta en dicho género fue Arrástrame al
infierno (Drag me to hell, 2009). Una referencia a
tomar en cuenta porque en el mundo de Oz existen las brujas e imaginamos que el
buen Raimi fue elegido también por eso.
Pero a nuestro gusto, Oz carece de
la fantasía y el encanto que uno podía esperar. El inicio en blanco y negro, el camino amarillo, los personajes del circo y sus pares en el mundo de Oz –Annie y Glinda
(Michelle Williams), Frank y Finley (Zach Braff), la niña en la silla de
ruedas y la muñeca de porcelana (Joey King)–; hacen referencia a la cinta de 1939
(aquella con Judy Garland). La secuencia inicial antes de llegar a Oz promete, pero cuando James Franco llega a Oz todo se convierte en un
cliché. Por supuesto, sobra el escenario colorido y los efectos especiales para
colmar nuestros sentidos, pero no hay nada memorable.
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Finley aporta la emoción que no dan los personajes reales. |
Franco se esfuerza por cumplir el
rol de simpático timador que en el fondo tiene buen corazón (la idea nos la
repiten una y otra vez como para que no nos queden dudas) y Mila Kunis
(Theodora), Rachel Weisz (Evanora) y Michelle Williams (Glinda) tienen
personajes tan planos como las de una obra infantil. Que no estaría mal, si se
tratase de una obra para los más pequeños, pero si ese fuese el caso sobran
algunas escenas galantes de Franco y la caracterización de las brujas que hace Raimi, pues estas pasan de recordar a las de Disney para convertirse al final en los
enemigos de Spider-Man y la bruja de Arrástrame al infierno.
Por momentos, Raimi mezcla estilos
(sus estilos) y por ello Oz tiene las virtudes y defectos de su director. Raimi
no tiene interés por asombrarnos: para mostrarnos el mundo fantástico de Oz le
basta con la secuencia en la laguna, la escenografía y los personajes secundarios.
Pero no se detiene en ninguno de estos. La puesta en escena es
solo una excusa para decirnos qué tipo de historia nos va a contar.
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Rachel Weisz como Evanora en un personaje de fórmula. |
En cuanto a la trama, lo que en
Spider-Man le resulta (dos o tres brochazos para componer la psicología de los personajes
y entrar de lleno a la acción), aquí no basta y luce superficial. Eso sucede con los personajes principales y en secundarios como Knuck (Tony
Cox) y Master Tinker (Bill Cobbs) que merecían mayor presencia para justificar su rol al final de la historia. Peor
aun, cuando Knuck hace su aparición parece Bink, personaje que Tony Cox interpretó
en la muy mala Epic Movie (2007).
Basta decir que los momentos
de mayor emotividad lo aportan el mono volador Finley (Zach Braff) y la muñeca
de porcelana (Joey King); es decir, dos personajes creados por
computadora. Ellos son los que generan los momentos de humor, ternura y temor
en la cinta. Ni siquiera James Franco, a pesar de su esfuerzo, pasa de
ser un personaje más, y es que el guion y los diálogos tampoco ayudan. Lo
cierto es que Franco no es Christoph Waltz (Bastardos sin gloria),
Robert Downey Jr. (Iron Man) ni Johnny Depp (Piratas del Caribe), actores que
fueron considerados para el rol principal.
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La puesta en escena y los personajes secundarios se quedan en lo anecdótico. |
Oz dura 130 minutos (más de dos
horas) y si bien no aburre, no es una gran historia. Es un relato menor con la ventaja de los
efectos especiales y con un final para llenar los ojos. Lo que sí resulta simpático son los artilugios que usa Oz para enfrentarse a los malos. Sam Raimi cumple
con aportar su humor y su estilo de acción, pero está muy lejos de ser el Terry
Gilliam de Las aventuras del Baron Munchausen (1988) o el Tim Burton de Charlie
y la fábrica de chocolate (2005). Y Oz no tiene ni la grandeza, ni la ternura,
ni la inocencia, ni la fantasía ni el gusto de Victor Fleming y su versión de El
mago de Oz (1939).
Seguramente Disney se habrá asegurado
una película taquillera (algo que durante buen tiempo le fue esquivo hasta que
se topó con Pixar y luego con Marvel), los más pequeños la disfrutarán aunque
tal vez se asusten un poco con algunos excesos de terror de las brujas malas, y
los adultos se reirán con algunos momentos acertados. Pero eso es todo. Tal vez
en estos tiempos es muy ingenuo esperar una versión con el glamour de antaño.
Es cierto que el cine de hoy no puede ser el de antes, pero la grandeza, esa
que tanto repite uno y otro personaje en las historias actuales, no pierde
nunca su valor. ¿Por qué los niños de ahora no pueden soñar con cintas como las
de antes?