En este caso, Jorge Benavidez (JB) interpreta a su conocido personaje televisivo la Paisana Jacinta. Como en otras cintas, la historia es solo una excusa para dar lugar al repertorio que el público conoce y disfruta de este comediante. El problema surge conforme pasan los primeros minutos: lo que parece al menos una aventura de la Paisana Jacinta con mayor calidad visual y narrativa (musical con paisaje andino incluido) cae en la medianía, los clichés y el simplismo habitual de los programas cómicos de la televisión nacional.
La expectativa de una historia algo más compleja, mejores actuaciones y un personaje central divertido se diluye en un relato que pierde interés, se aletarga y se resuelve de forma intrascendente. En el mejor de los casos estamos frente a un capítulo televisivo alargado a la fuerza y visto en pantalla grande.
Solo por contraste, la sierra peruana, con su colorido y encanto rústico, aporta novedad a lo que luego son los típicos escenarios y recursos del formato televisivo. Hay que reconocer que Jorge Benavides da a su personaje cierta emotividad (y habrá quienes incluso digan ternura) en un par de secuencias, lo que genera empatía, pero eso es todo.
Las limitaciones surgen de un lado por la misma Paisana Jacinta, a la que cuesta habituarse en los primeros minutos (para quienes no hemos sido aficionados a esta) por lo obvio de la prótesis y el disfraz, un detalle que contrasta aún más en el musical de apertura. Y es que a nuestro parecer, el personaje no es simpático ni gracioso en lo visual. Es a lo largo de las diferentes secuencias cómicas que este empieza a tomar forma como protagonista.
La cinta replica los recursos y limitaciones de la comedia televisiva. |
La cinta reúne algunos momentos simpáticos, como la secuencia del avión o la del retrato hablado de Wasaberto, y guiños al espectador con la aparición de personalidades, entre ellas la del propio JB o el director, que aportan alguna cuota de gracia según sus propias ilimitaciones. Lo paradójico es que Adolfo Aguilar tenía entre su reparto a cómicos versátiles como Alfredo Benavides, Carlos Vílchez y Job Mansilla que hubiesen podido ser mejor aprovechados. Pero el guion, en su afán de adecuar a la Paisana Jacinta a un público familiar, termina por ser prácticamente de un nivel interpretativo y narrativo infantil.
¿Le pedimos mucho a la Paisana Jacinta? Tal vez, pero los miles de espectadores que fueron al cine en busca del humor, la irreverencia o la simpatía del personaje de JB quizás se merecían algo mejor que esta medianía reiterada de nuestro cine nacional.