martes, 31 de enero de 2012

Los inmortales que soñamos

En un post anterior, mencionamos a Tarsem Singh, director de Mirror, Mirror (la versión de Blanca Nieves en tono de comedia protagonizada, entre otros actores, por Julia Roberts y que se estrenará este año). Aquella vez dijimos que si algo nos llamó la atención de su primer largometraje, The Cell (2000), fue su capacidad para crear escenarios superrealistas y personajes fantásticos a los que solo les faltaba un detalle: ser parte de una buena historia que contar. En The Cell, Vincent D'Onofrio interpretaba a un hombre de la ley que iba a la caza de un psicópata a cargo de Vince Vaughn.

Hasta allí nada diferente a otras cintas del mismo estilo, pero la presencia de Jennifer Lopez, y su capacidad para ingresar en los sueños de otras personas, le permitieron a Singh crear toda una parafernalia onírica y lúdica que sin duda era lo mejor: hay escenas realmente cautivantes; no por que se ajusten al término bello como tal –algunas pueden considerarse grotescas o cercanas al cine de terror–, sino por regalarnos esas imágenes –y su efecto sobre nosotros– que solo existen en nuestros sueños o quizás en un cuadro de Dalí. Pues bien, The Cell pasó sin pena ni gloria hasta que apareció 300 (2006) y no pudimos sino recordar aquel estilo de colores pasteles y acción detenida que habíamos visto ya con Singh. 
 

lunes, 23 de enero de 2012

El guerrero que no vimos

Si hay algo que disfruto cuando voy al cine son los tráilers o avances. Uno porque es curioso observar esas pequeñas obras de apenas minutos –algunas de las cuales bien podrían ser un buen corto– y segundo, porque siempre hay un grato placer en adivinar el efecto que estas producen en los espectadores.
A veces puede sentirse el entusiasmo, la alegría e incluso el devoto embeleso que genera en la platea algún inesperado adelanto, como la promesa de algo bueno que vendrá. Pero, siendo realista, cada vez hay menos arte en esto de los tráilers –que a fin de cuentas son como un aviso comercial–, pues buena parte se parecen; además, te echan a perder la película al resumir toda la trama en unos minutos.
  Y aunque una sabia persona me dijo que no me guiara de los tráilers, he comprobado que la mayoría te advierte, en términos de calidad, lo que será la película que anuncian. Sin embargo, en ocasiones ocurre lo contrario, y me he visto con felices sorpresas, tras rumiar mi ingreso a una sala donde se iba a proyectar una película que ya de antemano había condenado solo por un patético avance.
Hecha la advertencia aquí les dejo este tráiler de The Warrior's Way (2010), un adelanto por demás traicionero, pues lo que menos abunda en este film es acción por doquier; al contrario, al final de la misma sentirás que no hubo tanta acción como esperabas. Y en este caso está bien, pues se trata de un largometraje ligero, al buen estilo de las películas de hoy en día, que no por eso deja de entretener, tiene escenas risueñas y con dosis de emoción y un estilo visual simpático y lúdico (la lucha entre los forajidos y los espadachines es digno del mejor anime). 
Además, el bueno de la historia, Yang (interpretado por un acertado Dong-gun Jang) es el típico héroe solitario y silencioso (recién reparo en que dicho tipo calza bien tanto en los clásicos de samuráis como en los de cowboys). Por cierto, la música usada para el tráiler es terrible porque enajena por completo la intención del film. Ejemplo: la parte en que Kate Bosworth (Lynne) "lucha" en el desierto con Dong-gun Jang se acerca más a una danza que tiene de fondo musical... mejor vean la película.
Lástima que no llegó a nuestras salas de cine, porque entre tanta masacre y venganza del demonio tal por cual, o la típica comedia romántica de final feliz, The Warrior's Way bien pudo merecer estar al menos un par de semanas en la cartelera. 

sábado, 21 de enero de 2012

El Steve bueno

Hace poco hablamos de la nostalgia del cine y de un Tin Tin que no nos llegó a emocionar.  Curioso, pues ahora nos encontramos con un film que es una remembranza de películas de otras épocas y un director, Steven Spielberg, que esta vez nos hace reconocer sus aciertos. War Horse (2011) es una bonita (usamos esa palabra, pues es la más justa) película.
Si algo tiene Spielberg es su magistral capacidad narrativa: nos puede adentrar en una historia solo con unas pocas secuencias o llevarnos de una emoción a otra sin que nos demos cuenta. Si algo le va bien es la fantasía, las secuencias tiernas, los momentos de tensión y, por supuesto, la acción. Y todo eso se da en War Horse, cuyos primeros minutos –sin diálogos y de una plácida serenidad– nos advierten el tono del largometraje familiar y nos predisponen a seguir la historia sin mayor reparo. Lo que sigue es una serie de escenas que nos permiten conocer la vida de Albert (Jeremy Irvine), su familia y, por supuesto, el valiente corcel que da razón a la película. Los personajes y los hechos apelan a todos los arquetipos que hemos recogido a lo largo de los años en incontables películas: el pueblo rural y los simpáticos vecinos, el avaro terrateniente, el drama familiar y la lucha del hombre con la tierra y la naturaleza. Pero todo con un estilo ligero y optimista que nos permite dejarnos llevar seguros de que nada realmente malo sucederá. Y cuando parece que la estancia en la campiña se hace excesiva, llega la guerra y el peregrinaje de nuestro héroe (el corcel) que nos hará testigos de pequeñas historias a lo largo de las batallas.
No soy amante de contar la trama de una película, solo diré que es un film muy bien llevado (sobre todo en el último tercio en que toma mayor ritmo), con escenas bellamente filmadas y que nos devuelve, en parte, al mejor Spielberg, ese que nos permite salir del cine con una sonrisa y una sana alegría en el corazón. Tal vez su cuidado por no herir susceptibilidades y la ligereza en que se suceden los hechos (el guion está basado en una novela para niños de Michael Morpurgo) le resta fuerza dramática a los personajes que pasan ante nosotros, uno tras otro, algo lejanos, al igual que sus historias. El conjunto, digámoslo así, es relativamente más sólido que sus partes. Parece que no importa tanto el fondo como el efecto que se busca generar en el espectador (el final es de un clásico estilo de los cincuenta norteamericano, al igual que algunos movimientos de cámara, por supuesto que más estilizados).  Tal vez la clave está en que es una película navideña (fue estrenada el 25 de diciembre en Estados Unidos), lo que no afecta por cierto los méritos descritos.
Seguramente War Horse será nominado a varios premios. Nosotros nos quedamos con una película que está un poco por encima del promedio, pero aun así lo agradecemos: entre tanta acción y personajes digitales, nos regala una bella historia, de impecable ambientación, pulcramente dirigida, llena de felices emociones –ligeramente contenidas eso sí– y de un optimismo extraño para estas épocas. Un homenaje sin duda a las películas de antes, pero ajustado al rimo de los tiempos modernos, aunque a más de un espectador apresurado podría aburrir (¿gustará a los jóvenes de hoy?), porque aparte de buen director, sin duda el buen Steven tiene un agudo ojo comercial. Hollywood seguro lo aplaudirá.


viernes, 20 de enero de 2012

Morrisey en Lima

Esta es una excelente noticia para todos los fanáticos de este genial músico inglés, tendremos la oportunidad de verlo en vivo este 29 de febrero en el Jockey Club del Perú.
La web Morrisey-Solo ha publicado la información de su gira sudamericana que incluye sus presentaciones en el Festival de Viña del Mar, Santiago de Chile y Lima, además de presentaciones en Colombia y Argentina que aún no han sido publicadas.
Esta es una oportunidad única de ver a una de las leyendas de la música británica.
Morrisey es conocido por ser el líder de la famosa banda The Smiths que surgió en la década de los 80, aunque goza de una muy exitosa carrera como solista (iniciada en 1987 con la disolución del grupo).
Como una pequeña muestra les dejamos uno de los temas más conocidos How Soon Is Now


Y un tema clásico de Morrisey como solista, Every Day Is Like Sunday

Para no perdérselo.


Actualización: La fecha de este espectacular concierto ha cambiado, ahora será el 14 de marzo.

Cuando Chaplin hace de Holmes

De Guy Ritchie lo mejor ha sido Lock, Stock and Two Smoking Barrels (1998) y Snatch (2000), en ese orden. Todo lo demás, de una u otra forma, es la reiteración de un estilo que, con un poco más de desenfado en algunos casos, más drama en otros o más acción en el resto es, en el fondo, lo mismo. Swept Away (2002) con Madonna ni siquiera vale la pena analizar.
En el 2009 nos regaló su Sherlock Holmes con Robert Downey Jr. (Sherlock Holmes) y Jude Law (Dr. John Watson). Debo reconocer que no entendí la elección y que incluso me pareció, puesto en el caso de tener que escoger entre ambos actores, que lo ideal era invertir los papeles: Jude Law debía ser Sherlock Holmes y Downey Jr., qué más nos quedaba, el Dr. John Watson. Ingenuidad de nuestra parte. Pues  ¿Quién mejor que Downey Jr. para representar a un egocéntrico, estrafalario, irreverente, disoluto, obsesivo, delirante y acrobático (como un buen Chaplin) Sherlock Holmes? Y todo lo anterior, sin perder la gracia ni el carisma, aun cuando la película se extienda más de lo debido y se vuelva densa entre la maraña de efectos visuales, escenarios recargados y acción sin fin.
Porque si algo padeció la primera entrega del buen Sherlock fue el exceso de todo lo anterior. A eso hay que añadir el estilo de Ritchie por regresar sobre sus mismos pasos para explicar alguna treta o artimaña de Holmes (lo que está bien un par de veces, pero no siempre) y su gusto por un uso especial de la cámara lenta para incidir en la acción o llevar al espectador a otro nivel visual (fin que se pierde por completo cuando el director parece gozar más de todos esos artilugios antes que en narrar la historia).
En resumen, el primer Holmes mareaba y dejaba la sensación de que una dosis moderada de todas sus partes nos permitiría esperar una mejor secuela. Cosa que sucede, por momentos, con Sherlock Holmes: A Game of Shadows (2011). Empieza bien, sin excesos, salvo por un Downey Jr. que aprovecha su carisma al límite para darnos un Holmes más acelerado que el anterior (justo cuando era él lo único que estaba en equilibrio entre lo desfachatado y lo creíble de la primera película). Su personaje luce siempre algo delirante y enajenado –hay una escena en que simplemente uno piensa que sería el Jocker perfecto si Nolan se atreviese a resucitar el personaje–, al punto de que hay que aceptar todo lo que hace –aun cuando raye en lo absurdo– porque es… Sherlock Holmes.

jueves, 19 de enero de 2012

El regreso de Eric


Si Dark City (1998) es la mejor película de Alex Proyas, The Crow (1994) es la más intensa y, tal vez, la más desgarradora. No recuerdo un largometraje, basado en un cómic, tan bien hecho. Al menos para entonces. Me refiero a una película oscura, que se tomara en serio la historia, que buscara darle un estilo visual por encima del promedio, que se comprometiera con el personaje, que lo hiciera creíble. ¿Fue solo un film para los jóvenes de aquellos años con un héroe más real, que sangraba, que moría, que se vengaba y eliminaba a sus enemigos? Al fin y al cabo, la novela gráfica -creada por James O’Barr y cuyo origen merece un post adicional- fue un éxito como historieta independiente.

Tal vez por ese aire adolescente –a pesar de su relativa crudeza–, The Crow quedó en el recuerdo de una generación, pero no pasó de ser considerado un film aceptable para un público joven, lo suficiente para hacer tres continuaciones, The Crow: City of Angels (1996), The Crow: Salvation (2000) y The Crow: Wicked Prayer (2005) –una réplica sin éxito, otra intrascendente y la tercera, simplemente patética–; y una serie de televisión The Crow: Stairway to Heaven (1998) –sin comentarios– que solo buscaron apilar las ganancias dejadas por la original y transformaron la historia en una fórmula comercial y acartonada para adolescentes.

En su género, y a diferencia de muchas otras películas, The Crow es verosímil y seria. Tiene numerosas secuencias que se pueden disfrutar por sí solas por lo bien que están hechas y la interpretación de Brandon Lee es sincera y emotiva. La fotografía, el ritmo, los diálogos, la edición van a la par del buen pulso que tuvo Proyas al dirigirla. El soundtrack es muy recomendable: visceral y corrosivo, replica la atmósfera y la esencia del film.

Por cierto, amenazan con una nueva versión de The Crow (2013). Al pobre Eric Draven no lo dejan descansar en paz.




miércoles, 18 de enero de 2012

Todo lo hice por ella

Hace poco me tope de nuevo con una película que en su momento me causó un cierto impacto, se trata de The Butterfly Effect (2004), donde el protagonista, Evan Treborn (Ashton kutcher), trata de arreglar su vida y la de sus seres queridos de una forma poco convencional: viajando en el tiempo.


La película fue escrita y dirigida por Eric Bress en colaboración con J. Mackye Gruber, y si bien tiene momentos muy bien logrados y un guión muy interesante, pierde fuerza en la actuación de Kutcher y en algunos momentos demasiado previsibles y hasta exagerados (sobre todo las rabietas del personaje Tommy).


Algo interesante es que hemos podido ver varios finales alternativos, en uno de ellos el personaje de Kutcher regresa hasta el momento mismo en el que está a punto de nacer y para evitar todos los acontecimientos que se sucederán, toma una decisión fatal.


Al recordar el argumento no pude dejar de pensar en las consecuencias de nuestros actos y en los acontecimientos que se sucederían si hubiéramos cambiado un simple suceso en nuestra vida. De hecho no pude evitar recordar la novela The End Of Eternity (1955) de Isaac Asimov donde una  poderosa organización, la Eternidad, enfrenta la mayor de sus crisis debido a las decisiones de uno de los suyos, el ejecutor Andrew Harlan.


Ambas historias tienen como punto en común los viajes en el tiempo y la motivación de los protagonistas: una mujer.


Y es que el atormentado Evan siempre debe arreglar las cosas para asegurar el bienestar de Kayleigh, su amiga de la infancia y su gran amor. En el caso del casi frío y calculador Andrew, su motivación es mantener su relación oculta con Noys Lambent aún a costa de todo lo que conoce.


Y es que parece ser que las féminas son la más grande motivación que tenemos y por las que estamos dispuestos a hacer grandes cambios, y es en este punto en el que vale la pena preguntarse si ¿alguna vez hemos hecho algo fuera de lo común para nosotros por el simple pedido alguna amiga o de nuestra pareja? o mejor aún ¿alguna vez hemos hecho algo sólo porque pensamos que a ella le gustaría que lo hiciéramos?


Evan y Andrew lo hicieron y ambos asumieron las consecuencias de sus actos o por lo menos eso podemos inferir, así que si pensaste hacer algo sólo porque a ella podría gustarle, recuerda que también deberás aceptar las consecuencias de tus propias acciones.

lunes, 16 de enero de 2012

La muerte tiene nombre de mujer

Jean-Luc Godard decía que para hacer una película solo se necesita de una bella mujer y un arma. Y es que nada hay más seductor, misterioso, cautivante y enajenador que la imagen femenina, en cualquiera de sus diabólicas formas: virginal doncella, lolita embriagante, femme fatale, grácil adolescente, dama solitaria. Y nada es tan determinante, crucial e inapelable en cualquier tipo de situación o historia que un arma.
El placer de los sentidos siempre tendrá nombre de mujer. Y siempre habrá alguna víctima o héroe confundido que caerá bajo las redes de una endemoniada belleza. Así, el arma aparecerá en el momento preciso para iniciar la aventura, llegar al clímax del drama o para dar fin a toda la historia.

De una u otra forma, ya sea un final feliz, una comedia boba, una película de acción o un relato de cine negro, la presencia femenina siempre vence, aun cuando parezca que ha perdido.

Y aun cuando no se trate de todo lo antes dicho, siempre será más perturbador una fría pero bella asesina que un despiadado descuartizador.

viernes, 13 de enero de 2012

El amor y la alcachofa

Julio Ramón Ribeyro tenía una sensibilidad muy especial para contemplar el mundo en todas sus formas absurdas, pero también, en todas sus bellas formas. Si disfrutas del placer de la palabra, pero también de la reflexión pausada y del brillo de la idea perfecta, Prosas Apátridas es una buena opción. Parafraseando a un escritor cuyo nombre no quiero acordarme, me atrevo a decir que Ribeyro hace hermoso incluso lo vil y lo safio de lo rutinario.


“¡Qué aburrido suena todo eso!”, me dirán. Y yo me río y les digo: “Al contrario, nadie describe temas tan profundos con tanta simpleza y naturalidad”. Para muestra, una frase robada de ese hermoso libro.

Las palabras que se dicen los amantes durante su primer orgasmo son las que presidirán en el futuro toda su comunicación sexual. Son momento de absoluta improvisación, en los cuales los amantes se rebautizan, o rebautizan las partes de su cuerpo. Los nuevos nombres regresarán siempre durante el acto para constituir el códice que utilizarán en la cama. Estas palabras son inocentes y muchas veces poéticas con relación a lo que designan. A veces son también disparatadas. Nadie está libre de decirle a su mujer la noche de su primera posesión: “Alcachofa.” Y se fregó porque desde entonces, al poseerla, tendrá que decirle “Alcachofa”. El día que no se lo diga, la habrá dejado de querer. (de Prosas Apátridas, Julio Ramón Ribeyro).

De todo lo anterior, ten cuidado entonces, la próxima vez que hagas el amor.

jueves, 12 de enero de 2012

Tin Tin y la amenaza Spielberg

¿Cuál era el encanto de las correrías de Tin Tin? Difícil decirlo, pero eran tiempos en que las historietas también podían ser ingenuas y convivían las de aventuras, las cómicas, las casi noveladas, con las duras y más adultas. Tin Tin reunía la aventura con el misterio, las pesquisas detectivescas y los viajes alrededor de un mundo exótico, y el humor simple de los tropiezos, los golpes y las confusiones. Debo reconocer que hace tiempo que no he vuelto a mirar aquellas entrañables historietas pulcramente dibujadas y exquisitas en los detalles, y tal vez sea mejor así.
Por eso ver el Tin Tin de Spielberg es algo desalentador. Sin duda, los elogios por el nivel alcanzado con la tecnología del capture motion son totalmente merecidos. La calidad de las imágenes, la continuidad y la fluidez de los protagonistas, el detalle de cada escena y la ambientación, seguro son para un premio. Aplaudamos eso. Por lo demás, aunque sea Tin Tin, aunque los personajes se vean tal cual en la historieta, aunque nos esforcemos por recordar cuánto nos gustaba aquella creación de Hergé, lo cierto es que la película, simplemente, aburre.
Ni las escenas de acción perfectamente hilvanadas, ni la forma ingeniosa en que Tin Tin escapa una y otra vez de sus enemigos, ni la simpatía a la fuerza que buscan generar con las imposturas del buen capitán Haddock tienen conexión una con otra ni emocionan en lo absoluto. Los agentes Hernández y Fernández (Dupont et Dupond en el original francés) jamás llegan a ser graciosos, por más situaciones a las que los expongan. Y escuchar a Tin Tin a cada paso reflexionar y anunciar lo que va a hacer, o comentar lo que piensa que va a suceder o su discurrir por una y otra clave es simplemente agotador. Ver esta película es como seguir el rostro impasible de los personajes, que aunque repliquen el diseño de las viñetas, nos siguen pareciendo monigotes sin expresión y sin vida. Tal como la película.
Tal vez Spielberg eligió Tin Tin porque bien podía compartir con Indiana Jones ese género de fantasía y aventura que tanto le gusta. Pero olvidó que no se trataba de hacer que una figurita digitalizada y en 3D sea idéntica al Tin Tin de tinta y papel, sino que fuese Tin Tin. No se trataba de replicarlo en un alarde de tecnología que da vértigo, sino de transmitir lo que nos dejaba en el alma Hergé cada vez que terminábamos una de sus historias.
Hay quienes celebran el virtuosismo técnico, la calidad visual, las malabares escénicos, la promesa de una trilogía. Pero creemos que no hay guion ni arte para contarlo, al menos en esta primera entrega. En algunos momentos se peca de un infantilismo absurdo.
Sin duda habrá que esperar la segunda parte con ánimo esperanzador. Pero aquí entre nos, vería con gusto en la tele la cuarta parte de Indiana Jones (sí, esa de la Calavera de Cristal) antes que este Tin Tin autómata y zombi.


Eso sí, el trailer les quedó muy bien.
  




miércoles, 11 de enero de 2012

Bryce y los buenos amigos

Decía Alfredo Bryce Echenique que en el amor no se elige al ser amado y que es posible querer a alguien que no nos corresponda por igual. Que, por ello, todo lo que uno hace en el amor, tiene como meta alcanzar el objeto de nuestro deseo. En satisfacer, al fin y al cabo, nuestro placer individual. Es más, podemos amar a alguien totalmente contrario a nosotros, a alguien que nos deteste e incluso, a quien, en otras circunstancias, representaría todo lo que odiamos.

Por el contrario, uno no puede ser amigo de alguien que no es recíproco en dicho sentimiento o alguien que nos parece detestable. La amistad nace por afinidades o diferencias que, paradójicamente, significan un complemento a nuestra naturaleza. En esencia, en la amistad pervive una sutil coincidencia de ánimo y espíritu. Y esa es la razón por la que la amistad no busca retribución, condición ni obligación alguna (como sí puede suceder con el amor). Se es amigo de alguien porque así se quiere. Pues al fin y al cabo, uno elige a los amigos.

Terminaba Bryce concluyendo que por su naturaleza, la amistad era superior al amor, pues estaba libre de cualquier interés ajeno a sí misma.

Hace unas noches, realicé un viaje fantástico para reencontrarme con un grupo de viejos amigos. Allí estaban The Ramones, The Clash, The Cure e Iggy Pop. Recordé al Virus de Federico Moura, rememoré la escena de la oreja de Reservoir Dogs (1992) y me contaron una terrible y conmovedora historia de Anthony Kiedis (Red Hot Chili Peppers). Al final de aquella grata velada, regresé a casa con la intención de leer a Clinton Heylin y con American Hardcore, un documental sobre el origen y la decadencia del punk norteamericano, entre las manos. Pero sobre todo, olvidé qué era y recordé, más bien, quién había sido.

El colegio solo fue un accidente que nos permitió conocernos”, dijo uno de mis amigos con total convicción y, luego de tantos años, no puede ser más cierto. Tanto como lo que decía Alfredo Bryce Echenique acerca de la amistad: como el buen vino, el paso de los años no hace sino enriquecerla y, por ello, es más valiosa.

martes, 10 de enero de 2012

La nostalgia del cine

Hay películas que aparentemente cumplen con todos los requisitos: no son malas (eso es ya bastante), tienen una correcta dirección, las actuaciones son cumplidoras –a veces frescas e incluso buenas–, se ajustan a un género fácil de identificar y, más aun, no buscan nada más que entretener. Pero, en ocasiones, muchas de ellas tienen en su mayor virtud, a la vez, su mayor defecto: son un homenaje demasiado perfecto –y por ello rígido– a otros filmes.

Cualquiera de las cuatro películas que menciono en las siguientes líneas hubiesen sido inolvidables de haberse proyectado digamos en los ochenta, aun cuando los efectos no fueran los mejores. Y es que, además de no ser originales en su propuesta, tienen un espíritu demasiado ingenuo para estos tiempos modernos.

The Shadow (1994): Recuerdo la emoción de una persona mayor que, ante esta película me dijo: “Así eran las seriales que veía de muchacho”.  Y es cierto, no tiene nada de malo y hubiese sido probablemente un éxito de haberse proyectado una década antes. Aparecen Alec Baldwin, John Lone, Tim Curry, Peter Boyle, una bella Penelope Ann Miller (pero no tanto como en Other People's Money, 1991) e incluso un inesperado Ian McKellen en un papel tan secundario que da risa verlo ahora. Pero, ¿cómo podía impresionar a un joven espectador que ya había visto los Batman (1989) y Batman Returns (1992) de Tim Burton o el The Crow (1994) de Alex Proyas?  

Sky Captain and the World of Tomorrow (2004): Lo reconozco, me gustó. Por el carisma de los actores elegidos (Jude Law, Gwyneth Paltrow, Angelina Jolie, Giovanni Ribisi, Michael Gambon), por la réplica perfecta a un género del pasado y que tuvo su apogeo en los radioteatros, las seriales y los cómics de los cincuenta norteamericanos. Por la interesante forma en que se filmó, su cuidada estética y el uso de antiguas imágenes de Laurence Olivier. Pero todo ello no fue suficiente. Todo es correcto y, sin embargo, no hay nada inolvidable, más allá de apelar a nuestra nostalgia. 

Superman Returns (2006): Cuando escuchas a un director como Bryan Singer hablar con tanta reverencia sobre lo que quiso hacer en esta película no te queda sino ver resignado justamente eso: un aplicado homenaje a Richard Donner y sus Superman (1978) y Superman II (1981). Lo que no está mal, pero hacerlo en un film de 209 millones de dólares con toda la tecnología y recursos actuales, parece, francamente, un desperdicio. Porque escuchar la clásica melodía de Superman tras sus dos iniciales proezas puede emocionar, pero luego, en los restantes 130 minutos de largometraje, es mucho pedir.

Super 8 (2011): En ocasiones, casi se puede sentir, en cada escena y en cada toma, el gusto personal que tuvo un director al realizar una determinada película. Eso sucede con J. J. Abrams y este homenaje a los ochenta y las películas que seguro alimentaron su infancia al igual que a nosotros (aunque la acción se sitúe para ser exactos en 1979): en su ambientación, en la trama, en los personajes. Y aunque trate de reaccionar al final resolviéndolo todo en un dos por tres, no es sino un bonito homenaje a otros tiempos y otras películas (E.T. y Los Goonies, por ejemplo), incluso con la misma ingenuidad.

Sin duda todas estas películas me gustaron, al igual que a mi viejo amigo que veía las antiguas seriales. Pero, en estos tiempos tan viles, no puedes hacer películas de grandes presupuestos solo para alegrar a un puñado de nostálgicos. Aunque esos nostálgicos seamos nosotros.

domingo, 8 de enero de 2012

El otro Alien

La mejor historia es la que no se llega a contar. De eso no hay duda. Es lo que se deja a la imaginación lo que puede alcanzar niveles delirantes. No hay nada más libre, más arbitrario y más caótico en posibilidades que lo que nuestra mente puede elucubrar. Dicho esto, no nos sorprende, ahora que lo sabemos, el hilo conductor de Prometheus (2012), la nueva película de Ridley Scott.

Cada vez que veía Alien (1979), la escena que más me intrigaba era aquella en que John Hurt y compañía visitan la nave alienígena y contemplan aquel gigantesco y misterioso ser cuyo origen nunca se explica. La extraña nave, olvidada en un planeta desconocido y su ocupante, quizás muerto muchos cientos de años antes, era en sí misma algo así como un microrrelato o, en todo caso, un buena historia para contar.


Pues bien, de eso trata Prometheus: de narrar la historia de este misterioso alienígena. Un grupo de astronautas terrestres llega al planeta de marras para descubrir los orígenes de la civilización. Space Jockey es el nombre que se le puso a este personaje durante la filmación de Alien y será el eje central de la trama. El mismo Scott lo ha dicho: Alien, al fin y al cabo, es una típica película de suspenso y terror en donde los personajes están condenados a morir uno a uno a manos de un ser perverso –una trama muy popular de las películas serie B en los setenta–.

Fue la originalidad de la ambientación, la escenografía y el logrado alienígena que dio origen a la saga lo que la hizo diferente. Más de treinta años después, se promete la misma estética y similar ambientación, pero la trama será otra: el hecho de no estar solos en el universo y el descubrir la historia detrás del Space Jockey. Aunque bien puede terminar en la eliminación, uno por uno, de los protagonistas: Event Horizon (1997) o Pandorum (2009), por ejemplo.

Fin del cuento. Veremos si nos encontramos con un buen film de ciencia-ficción o, simplemente, habremos sido nuevamente embaucados. Por alguna razón incluso pensé en Sphere (1998). Esperemos que no se le parezca en nada. Lo mejor es ir con la idea de pasar un buen rato. No le pidamos nada más al buen Ridley, pues en su momento nos regaló Blade Runner (1982).

Por cierto ¿por qué ahora todos los tráilers deben sonar como los de Inception (2010), Tron: Legacy (2010) o Transformers: Dark of the Moon (2011)? Y con el mismo estilo de edición además. Una lástima.

sábado, 7 de enero de 2012

Blanca Nieves y Tarantino

En el cine, como todo en la vida, nada hay nuevo bajo el sol. Por eso el negocio está, de vez en cuando, en regresar a historias ya contadas, pues no faltarán incautos que caeremos en la trampa. Además, no hay que ser egoísta, siempre hay nuevas generaciones – sobre todo la actual que carece de memoria colectiva, por decirlo de alguna manera – a las que todo les parecerá nuevo.

Así tenemos estas dos versiones de Blanca Nieves. No se trata de hacer trizas lo que buenamente nos ofrece el cine norteamericano (al fin y al cabo, nadie nos obliga a ver estas películas), pero es obvio que todo parece dirigido a un público de mentalidad adolescente y fácil de convencer. Todo consiste en satisfacer de manera primaria los sentidos.

Es posible que más de uno me critique por basarme solo en los tráilers, pero vamos, hay avances y avances, y estos claramente nos advierten lo que vamos a ver.

Snow White and the Huntsman (2012): Algo del Señor de los Anillos, un poquito de Robin Hood (¿la escena de la batalla en la playa otra vez?), un fondo musical a lo Tron: Legacy (2010), un close up a Charlize Theron, bella como siempre, y un buen lote de clichés.

Mirror, Mirror (2012). Aquí ponemos a Pretty Woman (1990) en el ocaso de su belleza y con el desenfado de Erin Brockovich (2000), algunos efectos visuales, la atmósfera del tráiler del Doctor Parnassus (2009), invitamos a Nathan Lane para ser divertidos y añadimos varias escenas intrascendentes.

En todo caso, tal vez Tarsem Singh, director de Mirror, Mirror, habría encajado mejor en Snow White and the Huntsman. Singh tiene en su haber The Fall (2006) y The Cell (2000), que no son la gran cosa, pero su gusto por una estética fantástica y casi onírica habrían podido darle algún atractivo adicional a la película, tal vez un toque más oscuro y original, al menos visualmente. En Mirror, Mirror seguro nos llenará (como ya nos advierte el tráiler) de mucho color y estilizados espacios, pero simplemente decorativos.

Luego de ver ambos tráilers, me pregunto ¿Y si le hubiesen dado estas películas a Tarantino?







viernes, 6 de enero de 2012

El día que vi a Axl

Hace 23 años más o menos, 1988 para ser exactos, viendo un día un programa en la televisión que pasaba videos musicales en lo que era el antiguo Canal 33, vi una imagen que se me quedó grabada desde ese primer día: salía un patita pelucón, con casaca de cuero y sombrero de copa pero más moderno con una guitarra que me pareció impresionante, conectaba un cable a la guitarra y luego comenzaba un riff de guitarra que se transformaría en un clásico del rock. Se trataba de Slash y el video era de la canción Sweet Child O' Mine. ¿El grupo? Se hacía llamar Guns N' Roses.

Con el tiempo supe de la existencia de la canción Welcome To The Jungle y luego otra canción que me pareció alucinante llamada Paradise City. Busqué el disco (en ese tiempo eran de vinilo y la presentación más promocionada eran los cassettes) y lo encontré, se llamaba Appetite For Destruction y nunca me alcanzó el dinero para comprarlo, y eso que juntaba y juntaba. ¿Mi edad? 13 años y ya entonces soñaba con ver a esos tipos en vivo.

En 1989 sonó Patience, yo sentía pena por no poder comprarme los dos discos: Appetite For Destruction y G N' R Lies. Para 1991 salió una canción llamada Don't Cry y siguieron la espectacular November Rain, You Could Be Mine y la publicación de los discos Use Your Illusion I y II (ya en CD). Y yo seguía soñando con un día imposible en que pudiera verlos en vivo. La banda hizo una gira mundial, 122 conciertos, luego se separaron y como 15 años después salió su disco Chinese Democracy, bendito disco, y se hizo realidad una parte del sueño, vendrían a Lima.


jueves, 5 de enero de 2012

Ella no es mi tipo

Hay escenas que lo dicen todo. Canciones que son como un fogonazo de luz en nuestro cerebro. Imágenes que nos conmueven por la verdad que descubrimos en ellas. Párrafos que solo llegamos a entender cuando, en algún momento de nuestras vidas, nos encontramos tal cual, en la situación o con el sentimiento que describen. Y aun cuando muchas veces nos sirvan de advertencia, llegado el momento, haremos exactamente todo lo contrario a lo que nos convenía hacer.

La escena pertenece a A Life Less Ordinary (1997) de Danny Boyle. Para quienes lo deseen, las líneas que siguen son una traducción libre pero que guarda la idea central. El argumento de Al (genial interpretación de Tony Shalhoub) frente a Robert (Ewan McGregor) es, simplemente, irrebatible.

-          ¿Se fue? – Al.
-          Sí. – Robert.
-          Una mujer atractiva y deseable. – Al.
-          No es mi tipo. – Robert.
-          ¿De qué estas hablando? Mírate. No eres nadie. Más bien, eres nada. Te buscan por estar relacionado con un crimen violento y limpias el piso de una cafetería. Ella, en cambio, es una mujer inteligente, apasionada, hermosa y con dinero. La duda de si es o no tu tipo, no es algo que tengas que cuestionarte ni resolver en este mundo. Porque en el siguiente, ella irá a un cielo de glamorosas féminas. Y tú, estarás limpiando el piso de una cafetería… en el infierno.
-          Creo que sí.
-          ¿Entonces, por qué te preguntas por ello?
-          No lo sé.
-          Sigue con el piso.


Iggy en la noche

Hay pequeños tesoros en Internet. Es cuestión de querer buscarlos. Basta colocar una palabra, una idea, y será muy fácil hallar lo que deseamos. Es casi mágico. Porque es imposible no descubrir a alguien que piense, sienta, imagine, anhele o necesite lo mismo que nosotros.
Es probable que esta verdad hiera el ego de algunos, pero es ingenuo creer que falta algo por escribir bajo el sol. Es, en todo caso, la forma en que se haga, lo que determina sobrevivir unos segundos o pasar al olvido.
Iggy Pop, The Passenger, y alguien que hizo el trabajo por nosotros para regalarnos un video como este. Bravo.

miércoles, 4 de enero de 2012

El Batman de Nolan

Cuando supe de la intención de volver a hacer una película de Batman por parte de la Warner, el primer pensamiento que tuve fue "que no la haga Joel Schumacher". Y es que el señor Schumacher ya había destruido el trabajo previo de Tim Burton en las brillantes Batman (1989) y Batman Returns (1992), nadie en su sano juicio puede pensar que Batman Forever (1995) y Batman y Robin (1997) sean películas ni medianamente aceptables, son simplemente pésimas.


Surgió entonces el nombre de Christopher Nolan como el director seleccionado para el proyecto. A Nolan ya lo habíamos conocido a través de películas como Memento (2000) o Insomnia (2002), excelentes cartas de presentación para el director.


El resultado ha sido inesperado y extraordinario, Nolan nos ha entregado dos trabajos de gran calidad y tenemos en el 2012 una tercera entrega que ha generado una gran expectativa y cuyo trailer pueden ver en la entrada anterior que ha publicado nuestro amigo Fatman.


Nos ocuparemos a continuación de los dos trabajos anteriores. 

martes, 3 de enero de 2012

La venganza de Bane


Falta casi medio año para el estreno de The Dark Knight Rises y el tráiler ya ha remecido a propios y extraños (es decir, desde fanáticos de las dos películas anteriores y devoradores de comics hasta simples espectadores). Empiezan las apuestas, la búsqueda de más fotos espías en los sets de filmación y los rumores.

Todo lo que sabemos es que Christopher Nolan dará fin a la trilogía que inició con Batman Begins (2006) y, como no nos gusta especular en demasía, diremos que este avance emociona simplemente por lo que es: el adelanto de una película muy esperada. Para empezar, el tráiler de The Dark Knight (2008)  fue más logrado y prometedor, pero era difícil rivalizar con el desenfreno de un personaje como el Joker, que, en buena cuenta, es la razón de todas las virtudes de aquella segunda entrega.


Está más que demostrado el pulso y la sólida dirección de Nolan, su capacidad para jugar al límite en el cuarto de edición, su fascinación por la superposición de tramas y los saltos de tiempo y espacio. Además, su formación literaria, creemos, explica su gusto por los diálogos casi solemnes, sentenciosos, hamletianos (ser o no ser), pero efectivos. The Dark Knight bien pudo ajustarse a un género como el cine negro y la lucha entre un detective y un desquiciado; la capa y el maquillaje de clown son solo un accidente.

Volviendo al tráiler de The Dark Knight Rises, lo que nos ha dejado hasta ahora es la curiosidad por saber quién es Bane y cómo apareció en la saga de Batman. Para no malograr el misterio, simplemente diremos que bien explotado, el Bane de Tom Hardy podrá sobrevivir a la difícil comparación con el Joker de Heath Ledger –al menos en la densidad del personaje–. Donde el Joker es estridencia y desenfreno; Bane es crudo y brutal.

Quienes deseen saber más sobre la historia de Bane en el comic, pueden buscar el inicio de toda la saga con Knightfall (a la que le siguen Knightquest y Knightsearch). Algunos la celebran, otros no tanto, pero no cabe duda de que el personaje de Bane está por encima de tales discusiones.

Vale la pena conocerlo y no echarán a perder su interés por la película. Al contrario, querrán saber con más ansias qué hizo Nolan con tamaña historia entre sus manos.


lunes, 2 de enero de 2012

Otros días

Hoy sucedió algo extraño: luego de mucho tiempo me sentí libre. Hoy decidí olvidarme del mundo y dije una gran verdad a mis jefes: “Señores, estoy enfermo”. Dejé mi sitio vacío y mi nombre se volvió anónimo. Caminé por las apacibles calles de mi viejo barrio y sentí la brisa del mar que tan cerca de mí siempre ha estado.
Anduve sin prisas, sin premuras ni correrías. Vi el atardecer desde el malecón y la noche me refrescó con una suave garúa. Caminé por las avenidas y ni el ruido de los autos ni el bullicio de la gente me afectaron.

No sentí la agresión constante, diaria y terrible de lo que llaman mundo, ni el dolor de ver cómo las personas no se percatan de sí mismas ni de la vida que se les va, tal como a mí.

En aquellas maravillosas horas no me asaltó desazón, amargura ni angustia alguna. De pronto, en medio de tanta dicha, me detuve. Miré el oscuro cielo y la neblina que se traslucía entre brillos nocturnos. “Parece una noche de otros días” me dije.
Mañana volveré a lo de siempre.