En un post anterior, mencionamos a Tarsem Singh, director de Mirror, Mirror (la versión de Blanca Nieves en tono de comedia protagonizada, entre otros actores, por Julia Roberts y que se estrenará este año). Aquella vez dijimos que si algo nos llamó la atención de su primer largometraje, The Cell (2000), fue su capacidad para crear escenarios superrealistas y personajes fantásticos a los que solo les faltaba un detalle: ser parte de una buena historia que contar. En The Cell, Vincent D'Onofrio interpretaba a un hombre de la ley que iba a la caza de un psicópata a cargo de Vince Vaughn.
Hasta allí nada diferente a otras cintas del mismo estilo, pero la presencia de Jennifer Lopez, y su capacidad para ingresar en los sueños de otras personas, le permitieron a Singh crear toda una parafernalia onírica y lúdica que sin duda era lo mejor: hay escenas realmente cautivantes; no por que se ajusten al término bello como tal –algunas pueden considerarse grotescas o cercanas al cine de terror–, sino por regalarnos esas imágenes –y su efecto sobre nosotros– que solo existen en nuestros sueños o quizás en un cuadro de Dalí. Pues bien, The Cell pasó sin pena ni gloria hasta que apareció 300 (2006) y no pudimos sino recordar aquel estilo de colores pasteles y acción detenida que habíamos visto ya con Singh.
Hasta allí nada diferente a otras cintas del mismo estilo, pero la presencia de Jennifer Lopez, y su capacidad para ingresar en los sueños de otras personas, le permitieron a Singh crear toda una parafernalia onírica y lúdica que sin duda era lo mejor: hay escenas realmente cautivantes; no por que se ajusten al término bello como tal –algunas pueden considerarse grotescas o cercanas al cine de terror–, sino por regalarnos esas imágenes –y su efecto sobre nosotros– que solo existen en nuestros sueños o quizás en un cuadro de Dalí. Pues bien, The Cell pasó sin pena ni gloria hasta que apareció 300 (2006) y no pudimos sino recordar aquel estilo de colores pasteles y acción detenida que habíamos visto ya con Singh.