martes, 21 de febrero de 2012

Los libros, las películas y Radiohead

Las buenas películas, como los buenos libros o los bellos recuerdos se mantienen latentes en nosotros. Una frase perfecta, una escena inolvidable, un hecho conmovedor seguirán enriqueciéndonos de una u otra manera, pues nos acompañarán a lo largo de nuestras vidas y su significado y valor adquirirán diferentes matices conforme vayamos avanzando en años.

La vida nos enseña, nos regaña, nos da nuevas oportunidades y el conocimiento adquirido se reevalúa a cada instante. No miraremos de la misma forma un atardecer en la plenitud de nuestras facultades que en el ocaso de nuestras vidas. No se toma igual una ofensa en la juventud que en la vejez. Una obra de arte se contempla de una forma cuando aún no se ha conocido la embriaguez de los sentidos y de otra cuando se carga el recuerdo del verdadero amor.
No se es la misma persona nunca, como no se mira un largometraje de la misma forma cuando regresamos a verlo, ni un libro se goza por igual en cada relectura. Con el tiempo, nos liberamos de la vanidad y el egoísmo juvenil, de la arrogancia y la ambición de la madurez. Nos volvemos más calmos, un poco más generosos y a veces incluso mejores.
En todos los casos, la certeza de nuestra mortalidad, si es que no se nos adelanta por un azar del destino, nos llega de a pocos, en las marcas del tiempo en el rostro de nuestros seres queridos, en el cansancio de nuestros propios cuerpos, en el reflejo de nuestra propia imagen. En las obras a las que regresamos.
Las buenas películas, como los buenos libros o los bellos recuerdos se abren a nosotros más fáciles de entender cuanto más pasa el tiempo en nuestras vidas. En ocasiones, ser conscientes de eso es maravilloso. En otras, es preferible no saberlo.

Todo es evolución, ¿no es así Thom?

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