miércoles, 22 de febrero de 2012

El misterio de Hugo

Debemos reconocer que tras ver La invención de Hugo Cabret (2011), el tan promocionado filme dirigido por Martin Scorsese (Queens, 1942), no llegamos a comprender la razón por la que este largometraje ha recibido tan contundentes y favorables críticas.
Y es que Hugo no es nada diferente al resto de películas infantiles (aunque en realidad diría más bien familiares) de los últimos años: diálogos y argumentos simples, efectos especiales y una historia contada sin mucho brillo ni creatividad. La dirección del filme es tan acartonada y simple que directores tan dispares como Robert Zemeckis, Ron Howard y Chris Columbus se nos vienen a la mente para encargarles esta película, pues el resultado habría sido el mismo. 
En Hugo no hay aventura, vuelo imaginativo ni la emoción de una historia inolvidable como Neverending Story (1984) de Wolfgang Petersen; ni siquiera como lo que promete el trailer. Y eso que desde la primera escena se hace referencia a los mecanismos y artilugios que hacen funcionar el mundo (desde los pequeños juguetes, hasta las grandes máquinas e incluso las relaciones entre las personas). Y nada cautiva más a un niño que desarmar algo para descubrir las incontables piezas que lo integran y le dan movimiento.
Acerca del argumento, Hugo Cabret es un niño huérfano que vive oculto en una estación de tren del París de los años treinta; en su afán de hacer funcionar un viejo autómata (una máquina con movimiento propio que imita la figura humana) conocerá los orígenes de una de las más bellas creaciones del hombre: el cine. Suena bien ¿no es cierto? Pero todo queda en una serie de sucesos que pudieron contarse de forma más lúdica y entretenida.
Las referencias al cine están en varias escenas que son un homenaje a clásicos (por ello la elección de Scorsese como director, un conocido amante y documentalista del séptimo arte). Tal vez lo que emocione a los críticos son dichas referencias que Scorsese, con suma pasión de seguro, ha colocado en el filme. A su vez, es probable que ese homenaje al cine y el ya conocido mensaje de que todos tenemos una razón de ser en el mundoson lo que estime el público adulto. En cuanto a los más pequeños, tal vez sea el misterio inicial del autómata y el gusto de Hugo por “reparar cosas” lo que los mantenga bastante tranquilos a lo largo de toda la película. Aunque un muy buen amigo me dijo sonriendo: “lo que sucede es que no entienden lo que pasa”.
Es loable que Hugo acerque a los más pequeños a las bellas imágenes de Viaje a la Luna (1902) de Georges Méliès, la historia del cine y los artilugios detrás de la filmación de una película. Pero el único momento en que escuchamos una risa totalmente espontánea y alegre de la platea fue cuando, por breves segundos, se vio una escena de Buster Keaton que hacía malabares en un edificio. Y esa simple y humilde escena fue, probablemente, lo más memorable de todo el filme.
El trailer sin duda es bonito.

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