domingo, 5 de febrero de 2012

Fincher y la chica del tatuaje

David Fincher tiene varios títulos destacables en su haber: Alien 3 (1992), Se7en (1995), Fight Club (1999), Zodiac (2007) y The Curious Case of Benjamin Button (2008); otros de menor nivel, The Game (1997) y Panic Room (2002); y la más reciente The Social Network (2010). Por alguna razón no es un director tan fácil de recordar como Guy Ritchie o Brian Singer – generacionalmente contemporáneos y que se han movido por géneros o estilos similares –. Sucede tal vez que sus más recientes entregas, Zodiac, The Curious Case of Benjamin Button y The Social Network, son tan correctas, tan sobrias y tan pulcras, que no nos dejan algún sello particular con el que recordarlo, más allá, justamente, de su corrección. Porque sin duda todas las anteriores son dirigidas con sólido pulso, las actuaciones son pertinentes y la narración avanza sin tropiezos.
Fincher es competente: maneja las secuencias y los tiempos, el suspenso y las persecuciones, la tensión y la intensidad en sus personajes, pero además, puede salir bien parado en escenas o situaciones que pueden rayar lo crudo, lo duro o lo chocante. Si se unen estas piezas y se hace un juego de escenas con películas como Fight Club, Zodiac, The Game y Panic Room, resulta fácil entender por qué le encargaron The Girl with the Dragon Tattoo (2011), el primer largometraje de una anunciada trilogía que se basa en las novelas del sueco Stieg Larsson (1954-2004), cuya obra póstuma se convirtió en un fenómeno de ventas.

Pues bien,The Girl with the Dragon Tattoo se desenvuelve entre el género del cine negro y el detectivesco, en una atmósfera de misterio, pero también con elementos muy modernos y sórdidos que se integran a un mundo decadente y  corrompido. En este escenario, el periodista Mikael Blomkvist (Daniel Craig) se ve envuelto, por encargo, en el desentrañamiento de un crimen sucedido cuarenta años atrás en una localidad sueca, para lo cual recibe la ayuda de la singular y extraña Lisbeth Salander (Rooney Mara). La solidez de la historia radica en estos personajes que se contraponen y se complementan. Es más, buena parte de la película se centra en darnos a conocer a ambos (el film dura poco más de dos horas y media) y es allí que el personaje de Lisbeth adquiere la mayor carga dramática y con ello su mayor atractivo.
El misterio por desentrañar se alarga en detalles –en el ánimo imaginamos de no alejarse de la línea argumental de la novela– y con ello la película, pero Fincher se da maña para estirar al máximo el suspenso y mantener un ambiente de incertidumbre y de acechanza donde en realidad solo hay conjeturas, investigaciones y pesquisas. Son las sospechas, lo que se deja a la imaginación y lo que al final se revela lo que termina por componer una historia ingeniosa, pero más que nada efectista. Algunos detalles nos parecen innecesarios (no los contaremos para no echar a perder la historia), pero asumimos que han sido dejados, como mencionamos, para no alejarse de la novela.
La película es aceptable, pero nos deja con dos tareas pendientes. La primera es conseguir la trilogía filmada por Niels Arden Oplev (sí, la versión fílmica sueca existe y data del 2009). Digamos que esta es la versión de Hollywood, siempre a la caza de alguna película foránea de éxito que replicar. Lo segundo, leer la novela de Stieg Larsson, aunque imaginamos que sigue el estilo de tantas otras del mismo calibre (que beben de la literatura detectivesca y la novela negra en un estilo más ligero y moderno, con detalles o elementos históricos, personajes aparentemente densos y complejos, y tramas laberínticas aunque más en la superficie que en el fondo). Pero Mikael y sobre todo Lisbeth lo valen. No todos los días nos podemos encontrar con una chica que lleva tatuado un dragón.
El tráiler corresponde a una versión de David Fincher (aparte están los aburridos y tradicionales tráilers oficiales). Y ese es el Fincher que extrañamos (el del Club de la Pelea), pues nuevamente nos deja una película correcta aunque narrada con cierta ausencia. El Fincher del tráiler nos hubiese regalado tal vez un relato más intenso, retorcido y atrevido. “I am David’s real movie”, como diría Tyler Durden.

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