La ciencia-ficción vincula el futuro con realidades alternas. |
Hay un placer especial en las grandes y pequeñas historias de la ciencia-ficción. Sin embargo, ha sido el cine, casi desde sus inicios, el encargado de convertir en parte de la cultura de masas elementos y paradigmas de la ciencia-ficción que tiene en sagas como Star Trek y Star Wars su más notable popularidad. En realidad, la literatura de ciencia-ficción ha brindado al séptimo arte incontables historias y aun los temas que pueden considerarse más actuales y revolucionarios pueden hallarse en novelas y cuentos del siglo XIX e inicios del XX. Ni siquiera las historias que alimentan al manga y el anime japonés escapan a dicha influencia.
Desde sus inicios, el cine ha tomado elementos de la ciencia-ficción. |
A diferencia de la literatura fantástica que sobrevuela por mundos con sus propias reglas sin necesidad de recurrir al mundo real (aunque lo puede hacer), el mayor efecto de la ciencia-ficción se alcanza cuando lleva al lector a reflexionar sobre lo que acepta como verdadero e inamovible, y de manera sugerente lo invita a atisbar el infinito universo de otras posibilidades. Es entonces cuando el atractivo de la ciencia-ficción alcanza su más noble y bella función: liberar nuestras mentes e invitarlas a romper sus esquemas más profundos.
Ilustración alemana de 1916 que describe las máquinas de batalla del futuro. |
Y es que la ciencia-ficción no solo se trata de viajes por el hiperespacio, batallas en mundos lejanos (a veces similares al nuestro), contactos con humanoides y otros tipos de inteligencias, el poder y los riesgos de la tecnología y la robótica, o historias de aventuras o de misterio envueltas en elementos futuristas. Hay otro tipo de narrativa futurista que nos lleva a reflexionar sobre nuestra condición humana y que nos hace evaluar cuán absurdos podemos ser, cuán frágil es aquello que asumimos como real, o cómo aquello que consideramos a nuestro favor y lógico (la tecnología, los hechos históricos, las estructuras sicológicas y sociales aceptadas) nos definen, nos marginan, nos potencian o incluso nos esclavizan.
La ciencia-ficción reflexiona y filosofa sobre el ser humano, sus miedos y temores, sus anhelos, sus defectos y crueldades, sus mitos y grandes epopeyas, su carácter místico y sus banalidades, aquello que eleva al hombre por encima de su carácter mortal y también sus más bajas e instintivas pasiones.
La ciencia-ficción como arte. Portada de Crónicas Marcianas. |
Imaginativas visiones. Un sello inconfundible del género. |
Esta vez mencionamos solo tres obras que se pueden hallar en viejas colecciones de ciencia-ficción (las casas de libros de segunda mano o las ferias de libros viejos son perfectas para hallarlas): El Ratón (The Mouse, 1969) de Howard Fast y El Asesino de Dios (L'Assasin de Dieu, 1974) de Pierre Suragne. Ambas pertenecen a la colección de ciencia-ficción de la recordada editorial Bruguera. El primero es un cuento muy lúcido sobre las limitaciones de la razón, el intelecto y el individuo; el segundo es un bello cuento largo que linda entre lo fantástico y el género épico.
La tercera sugerencia posee un valor adicional, pues representa el género en su vertiente latinoamericana: A la sombra de los Bárbaros reúne una serie de cuentos del argentino Eduardo Goligorsky; se puede hallar en la Colección Biblioteca de Ciencia Ficción de la antigua editorial Orbis. Las historias de Goligorsky seducen por su vigencia y creatividad.
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