Ella leía Ceremonias (1968) de Cortázar. Vestía un traje ligero, como su andar, grácil y libre de las vanidades del mundo. Ajena a todo, al ir y venir de la gente, a las llamadas por el altavoz, a la inquietud del resto.
"¿Y si lees Historia de Cronopios y de Famas (1962)?", imagino decirle. Y ella, con el rostro aún limpio del paso del tiempo y sus ojos calmos me pregunta: "¿Es de Cortázar?". "Por supuesto", le digo, mientras contemplo su serena confianza. Una sonrisa alegre e inquieta adorna su rostro. Me siento a su lado. Ella me mira y cierra el libro.
Ella lee ajena a todo, al ir y venir de la gente, a las llamadas por el altavoz, a la inquietud del resto. Paso sin verla, apremiado por el tiempo. Si tienes suerte, ya sabes qué decirle. Envuelta en su traje ligero, grácil y libre de las vanidades del mundo, te mirará con sus ojos calmos para sonreírte alegre e inquieta.
Hoy leerá a Cortázar.
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