viernes, 30 de diciembre de 2011

El Gran Duque y los cyborgs

La primera vez que vi Terminator 2: Judgment Day (1991) quedé tan embelesado que rebobiné la cinta y la volví a ver de inmediato. Lo que no tenía de original ni de crudo de la primera parte –The Terminator (1984)–, lo compensaba de gran forma con los efectos especiales y la acción trepidante de inicio a fin. Por eso, la tercera entrega, Terminator 3: Rise of the Machines (2003), que no tiene nada de original ni de espectacular, se pierde en la nebulosa de lo intrascendente. En Terminator 2, cada escena parecía mejor que la anterior, pero quedó en mi memoria aquella en la que Arnold Schwarzenegger maneja una Harley-Davidson y a la vez recarga un Winchester con una sola mano.

Todo bien, hasta que vi True Grit (1969) de Henry Hathaway, película basada en la novela de Charles Portis. Allí, un envejecido y subido de peso John Wayne se enfrentaba solo contra cuatro forajidos en una llanura hermosa como la escena misma. El diálogo previo es simplemente rudo y por ello épico, y el lance del viejo y arisco vaquero con las riendas en sus dientes, el winchester en la diestra y el revólver en la siniestra es simplemente para disfrutarlo con toda la emoción de las películas de antes. Al grano: el viejo John Wayne recarga el Winchester con una sola mano mientras cabalga directo a sus enemigos en plena tiroteo. Es cierto, buena parte es la fantasía del cine, pero la escena es, simplemente, genial. Adiós, Schwarzenegger; bienvenido The Duke.

Los hermanos Coen hicieron una nueva versión de True Grit (2010) con un Jeff Bridges correcto pero que carece de la fuerte presencia de Wayne, con un Matt Damon algo perdido y turulato como el personaje que interpreta, y unos malvados flojos y casi gaseosos. Es Hailee Steinfeld (en cierta forma en una muy clásica interpretación de Mattie Ross) quien sale ganando en la historia y nosotros, por los perfectos escenarios y la ambientación de algunas escenas. Merece ser vista, aunque parezca más un nostálgico homenaje a las películas de vaqueros: hay escenas de supuesta crudeza, otras más bien casi poéticas y algunas de alegre celebración al género. Pero el encuentro en la llanura, aunque tal vez más estilizado y pulcro, no me emociona como en la película de 1969. Y si bien el final de los Coen se ajusta más a la novela, preferiré siempre al viejo Duque cabalgando a lo lejos.

Volviendo al inicio, es curioso cómo en  los noventa los héroes eran cyborgs y poderosos androides con fuerza sobrehumana e indestructibles. En la época de John Wayne, los héroes eran de carne y hueso, y solo requerían de su coraje y su temple para hacer huir a los malvados. En la actualidad, abundan los vampiros y hombres lobo de pasarela. Cada generación tiene los héroes que se merece.

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