viernes, 10 de agosto de 2012

El terror en el romanticismo

Frankeistein dibujo de B. Wrightson.
Hoy en día que están de moda las novelas de vampiros y similares nos preguntamos cuántos saben que Gustavo Adolfo Bécquer, aquel famoso poeta romántico del siglo XIX, fue un eximio escritor de relatos de estilo gótico. Si bien el romanticismo en la literatura se relaciona popularmente con la poesía y la celebración del amor, lo cierto es que dicho género se adentraba en las vicisitudes del alma y apelaba a la imaginación, la fantasía, la exaltación de los sentidos, a la trascendencia y el misticismo.

Si pensamos en el amor, la mayoría puede imaginar las bellas Rimas de Bécquer, pero lo cierto es que dicho sentimiento coexiste con el desengaño, la desilusión, la traición y una serie de experiencias que pueden vincularse al tormento y la muerte. Así, los elementos relacionados con la iluminación y la alegría del amor pueden saltar a la desesperanza, a la oscuridad de la noche como metáfora del alma sufrida y con ella, a la aparición de un mundo fantástico y onírico en donde los seres nocturnos dejan de ser bellas criaturas para convertirse en demoníacas y fatales presencias.

Fácil es comprender entonces que el romanticismo produjese relatos tormentosos e incluso oscuros, en donde por contraposición a la alegría de la vida (reflejada en la consumación del amor o el alcance del objeto amado) se tiene la condena de la muerte (o el amor no alcanzado). Las desventuras del joven Werther (1774) de Goethe es una bella novela de amor romántico, pero del amor no correspondido y por ello del sufrimiento del amante solitario.

El lado oscuro del romanticismo.
Parte de esta literatura desencantada tomó como base el tormento y la fatalidad de la naturaleza humana. A dicho estilo se le llamó romanticismo oscuro que tuvo su origen en Estados Unidos a inicios del siglo XIX y en el que Edgar Allan Poe es uno de sus representantes. Antes que seres fantásticos y hechos sobrenaturales, los relatos de Poe y del romanticismo oscuro giran en torno al tormento sicológico, a la angustia del ser humano en situaciones extremas o a la perfidia de que es capaz. Sin embargo, un relato como El extraño caso del señor Valdemar (The facts in the case of M. Valdemar, 1845) es de un terror patente que supera por lejos el efectismo y la rudeza del terror que hoy se ve, por ejemplo, en el cine.

Terror romántico: The Nightmare de Henry Fuseli.
Pero hay más. El romanticismo oscuro se relaciona con otra vertiente que de seguro entusiasmará a más de uno: la novela gótica. Surgida a finales del siglo XVIII y continuada a inicios del XIX, tuvo en los seres tenebrosos y las historias de terror su razón de ser. Allí abundan los vampiros y las criaturas de la noche que habitan en relatos que bien pueden inspirar más de un escalofrío para el lector atento. Frankenstein o el Moderno Prometeo (1818) de Mary Shelley forma parte de este género.

De regreso a Gustavo Adolfo Bécquer, este elegante prosista escribió una serie de 28 relatos que se identificaron como Leyendas (por enlazar tradiciones de una comunidad con elementos fantásticos, místicos o religiosos). Se trata de cuentos en donde lo sobrenatural pervive en escenarios románticos, castillos, soldados, princesas, aldeanos y bellas doncellas; y en donde las descripciones de lo cotidiano poseen una atmósfera de embrujo y encanto.



La musa (1860), un dibujo de Bécquer.
Para quienes desean disfrutar de relatos fantásticos, algunos tenebrosos, otros dramáticos, pero todos envueltos en misterio y misticismo, e incluso con toques de amor romántico, las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer son una buena recomendación. Las historias son imaginativas, la prosa es sencilla pero de sutil elegancia y por un momento viajaremos a tiempos y lugares pasados.

Son relatos llenos de inventiva y con atrayentes historias: El caudillo de las manos rojas, La cruz del diablo, El monte de las ánimas, El Cristo de la calavera, El gnomo, La corza blanca, El beso, La creación, El rayo de luna, El Miserere. Incluso, relatos como El caudillo de las manos rojas o La creación trascienden el género y son cuentos maravillosos por sí solos.

Hoy en día en que los vampiros y los seres de la noche se pierden en relatos adolescentes y la pantalla grande apela a recursos repetidos y grotescos, es bueno reencontrarse con este tipo de literatura. Bécquer es una excelente opción.


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