martes, 29 de mayo de 2012

La Blanca Nieves de siempre

Lily Collins en sugestiva mirada que solo queda en promesa.
A inicios de año nos preguntábamos en son de broma qué haría Tarantino si le encargasen hacer una versión de Blanca Nieves. Pues bien, Mirror Mirror (2012) ya está en cartelera y Snow White and the Huntsman (2012) la veremos desde el 31 de mayo.

Dirigida por Tarsem Singh, el mismo de Immortals (2011), Mirror Mirror está muy lejos de lo que nos habíamos imaginado, aunque no en su resultado (nada del otro mundo).

Por el lado de Singh creímos que veríamos una lúdica puesta en escena, al límite entre lo onírico y el exceso, pero no fue así; no hay mucho de original ni escenarios de fantasía que no hayamos visto en films similares (solo el paso de la malvada reina por el espejo mágico impresiona por tener cierta carga tenebrosa).

Creímos también que nos veríamos resignados al continuo desenfado de Julia Roberts, como la malvada reina, y a la constante presencia de Nathan Lane para dar vida a una extravagante comedia. Nada más lejos de lo esperado.

Mirror Mirror es una película casi ingenua por decir lo menos y en esencia nos recuerda el estilo de la serie de los ochenta Faerie Tale Theatre (1982–1987) que recreaba cuentos infantiles, entre ellos el de Blanca Nieves –Snow White and the Seven Dwarfs (1984)–, con actores reconocidos. Y aunque con mejores efectos visuales y un vestuario más colorido, esta es una versión bastante tradicional. 

Por alguna razón, Julia Roberts siempre nos genera la sensación de una intensidad que abruma, pero lo cierto es que aporta frescura a un film que más bien carece de emoción alguna. Nathan Lane, a su vez, nos parece tan desperdiciado como Mare Winningham  y Sean Bean en los papeles de reparto.

Por supuesto, aquí Blanca Nieves recrea la moderna metáfora de que la princesa no necesita de ningún príncipe para defenderse, sino que debe creer en sí misma; pero esta idea tampoco es original ¿recuerdan EverAfter (1998) con Drew Barrymore (Por siempre Cenicienta)?

Julia Roberts y Nathan Lane en un film más bien infantil.
No hay mayor drama ni profundización en los personajes –los que más sufren son los enanos, que están allí porque deben estar–, los diálogos son tan básicos como las interpretaciones y las escenas saltan del humor intrascendente a la acción más predecible.  

No es culpa de los actores, que cumplen con lo que el limitado guion les exige y que están allí para recrear un cuento que todos conocemos.

Lily Collins, que interpreta a Blanca Nieves, luce mejor conforme avanza la historia y se libera de la imagen típica de la dulce princesa, aunque el personaje tampoco le permite más. La confrontación entre ella y Julia Roberts en la clásica escena de la manzana envenenada es la única parte en que se atisba una ligera intensidad que luego se diluye con un final de show infantil.

En todo caso, es una película que al parecer disfrutan los niños y que deja satisfecha a la platea. Es cuestión de gustos.

Mientras tanto, nos seguiremos preguntando qué haría Tarantino si le cae un encargo similar. Por lo pronto, esperaremos el estreno de Snow White and the Huntsman.

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